El mercado manda y muchos artistas obedecen. Otros, en cambio, protestan y reclaman su derecho a expresarse. La polémica no es nueva, pero está levantando temperatura.
E l miércoles 19 de noviembre se dio un debate caliente sobre: ¿Hay una crisis de imagen?, desarrollado por un panel, integrado por Noé, Santoro, Meijide, Doffo y quien escribe - Cedrón-, que atrajo una concurrencia de artistas, que desbordó la sala del Centro Cultural Caras y Caretas. Por su extensión y trascendencia, esta es una primera nota, como el umbral de una serie, mechada con los dichos de los panelistas.
El tema lo disparó la última bienal de San Pablo, que desnudó de obras su pabellón, para satisfacer a su curador Yvo Mesquita, quien decidió concitar la atención internacional sobre la crisis de imagen, y ocupar la bienal en debates entre los proclamados especialistas. Pero como Juan Doffo advirtió: “La imagen desde hace rato que esta en crisis; porque tiene que ver con el poder del primer mundo, que incentiva el consumo rápido, a través de la publicidad”. En esa vorágine de consumo, también señaló: “La imagen artística pierde el aura y se convierte en algo sin sustancia, sin metáfora”. Asimismo relacionó la voracidad consumista con los grandes personajes que son los curadores -instalados desde los noventa- que se plantan como los “teóricos de arte” y manipulan la información, a cerca “de lo que viene, o lo que esta vigente; algo así como las tendencias de moda”. Entretanto, Daniel Santoro, trajo a colación de la propuesta de Mesquita, una reflexión del sueco Daniel Birbaum, curador de la bienal de Turín y de la próxima de Venecia: “No amo el mercado que hace de los museos gestiones de las multinacionales; es hora de regresar a la pintura“. Por eso, contó Santoro, “va a una bienal de Venecia, con el tema “la creación de mundos” a partir de la imagen, a través de la pintura”, o sea: es una vuelta de tuerca, con respecto a la bienal de San Pablo”.
A propósito del vaciamiento de imagen, en nota de Clarín (2006), Gabriela Massuth, directora de programación cultural del Instituto Goethe de Buenos Aires, decía: “El mercado contribuye para que no haya vanguardias artísticas” –y argumentaba las causas-: “No hay manera de combatir el mercado, porque tiene sus propias leyes. Lo único que puede hacerse es crear espacios de producción donde el mercado no influya, en donde el artista pueda pensar libremente y de alguna manera pueda hacer lo que en sus momentos hicieron las vanguardias, que es pensar una probable política y poner al servicio de esa probable política los modos de producción artística. En este momento tenemos muy pocos artistas concentrados en pensar nuevas maneras de articulación social, nuevas maneras de política. Por eso es muy difícil que existan vanguardias”. Claro, las artes requieren que el Estado proteja y estimule esos espacios autónomos. Es que sino continuaremos con “muchas imágenes, ninguna imagen”, como denominó Kart Schewedhelm a un trabajo suyo, ya en los años sesenta, cuando aún no era realidad el color en la tevé, y recién prosperaba el sistema de reproducción masivo de imágenes, y que Yuyo Noé cita como un latiguillo en sus disertaciones.
El tema lo disparó la última bienal de San Pablo, que desnudó de obras su pabellón, para satisfacer a su curador Yvo Mesquita, quien decidió concitar la atención internacional sobre la crisis de imagen, y ocupar la bienal en debates entre los proclamados especialistas. Pero como Juan Doffo advirtió: “La imagen desde hace rato que esta en crisis; porque tiene que ver con el poder del primer mundo, que incentiva el consumo rápido, a través de la publicidad”. En esa vorágine de consumo, también señaló: “La imagen artística pierde el aura y se convierte en algo sin sustancia, sin metáfora”. Asimismo relacionó la voracidad consumista con los grandes personajes que son los curadores -instalados desde los noventa- que se plantan como los “teóricos de arte” y manipulan la información, a cerca “de lo que viene, o lo que esta vigente; algo así como las tendencias de moda”. Entretanto, Daniel Santoro, trajo a colación de la propuesta de Mesquita, una reflexión del sueco Daniel Birbaum, curador de la bienal de Turín y de la próxima de Venecia: “No amo el mercado que hace de los museos gestiones de las multinacionales; es hora de regresar a la pintura“. Por eso, contó Santoro, “va a una bienal de Venecia, con el tema “la creación de mundos” a partir de la imagen, a través de la pintura”, o sea: es una vuelta de tuerca, con respecto a la bienal de San Pablo”.
A propósito del vaciamiento de imagen, en nota de Clarín (2006), Gabriela Massuth, directora de programación cultural del Instituto Goethe de Buenos Aires, decía: “El mercado contribuye para que no haya vanguardias artísticas” –y argumentaba las causas-: “No hay manera de combatir el mercado, porque tiene sus propias leyes. Lo único que puede hacerse es crear espacios de producción donde el mercado no influya, en donde el artista pueda pensar libremente y de alguna manera pueda hacer lo que en sus momentos hicieron las vanguardias, que es pensar una probable política y poner al servicio de esa probable política los modos de producción artística. En este momento tenemos muy pocos artistas concentrados en pensar nuevas maneras de articulación social, nuevas maneras de política. Por eso es muy difícil que existan vanguardias”. Claro, las artes requieren que el Estado proteja y estimule esos espacios autónomos. Es que sino continuaremos con “muchas imágenes, ninguna imagen”, como denominó Kart Schewedhelm a un trabajo suyo, ya en los años sesenta, cuando aún no era realidad el color en la tevé, y recién prosperaba el sistema de reproducción masivo de imágenes, y que Yuyo Noé cita como un latiguillo en sus disertaciones.